UNA HISTORIA SOBRE LA PLAZA FIDEL MUÑOZ RODRÍGUEZ

Daniel "loco" Aravena y su hermana Pamela

TESTIMONIO DE UN VECINO: DANIEL ARAVENA BOLÍVAR Y LA PLAZA FIDEL MUÑOZ RODRIGUEZ.

En la foto, Daniel, apodado cariñosamente el «Loco Aravena», y su hermana Pamela.Agradecemos la gentileza de Daniel, de acceder a nuestra solicitud. Sólo vecinos que nacieron, han vivido, viven en el barrio y lo quieren tanto como él, nos pueden transmitir su esencia e historia, que son un patrimonio intangible de toda nuestra comunidad.   

«Vivo en el barrio hace 55 años, los mismos que tengo, claro nací, me crié, crecí, aquí he vivido siempre, toda mi vida. Como cualquier niño, con una infancia llena de amigos,  algunos aún viven aquí, otros ya se fueron, pero increíblemente siempre vuelven, porque la amistad no se pierde, y este barrio entrega eso, añoranzas.

Nuestro lugar de encuentro fue la Plaza Fidel Muñoz Rodriguez, mi casa está en ella, así es, arriba de ella, podría decir que mi patio era inmenso, simple abría mi puerta y allí estaba, la PLAZA. Corrían los años 70, nuestros juegos cuando niños, no eran los de ahora, obviamente, eran más simples, sin tecnología, como por ejemplo jugar a la guerra (siempre uno de mis amigos Andrés Orpina tenía todas las armas), y sino las inventábamos, hasta con un palo de madera, todo servía. El correr, arrancar, esconderse, lo hacía mágico, claro sabíamos que todo era de mentira, un juego, nadie moría, todos seguíamos vivos y felices, solo reíamos.

Nuestra Plaza era inmensa, lindos juegos infantiles, columpios, resbalines, balancines, etc., como digo era nuestro patio ideal. Jugar a la escondida, al pillarse, al tombo, y claro no podía faltar el clásico partido a la pelota, en una cancha improvisada, no de pasto, sino de tierra. Eran partidos interminables, donde no eran 11 contra 11, éramos innumerables, todos jugaban, desde el más bueno al más malo, y que duraban hasta la noche, no lo terminaba el árbitro (no había), pero en la casa había uno, ¿Quién? , la mamá, la que nos llamaba a comer, y había que entrarse, con la ropa llena de tierra. 

Como no olvidar en ese juego de la pelota, y el que llevaba el balón se enojaba, y nos dejaba a todos botados, porque con su enojo, además de su rabia se llevaba el balón, ¿quién? Mi inseparable amigo Andrés Orpina, hasta el día de hoy, tal como yo, vive en la misma casa, de la calle Freirina, frente a la mágica plaza.

Éramos niños, sin obligaciones, solo lo éramos, y lo pasábamos bien, con risas, y también peleas, como no, si cuando había diferencias, a veces terminábamos en los combos, pero después todo eso se olvidaba, y volvíamos a lo que nos alimentaba, la amistad, seguíamos siendo amigos. Mi padre al perder a mi mamá, quien nos dejó al no poder vencer un cáncer, hablo del año 74, post  golpe militar, él también a sus 45 años se transformó en otro niño, quién también jugaba con nosotros, con mi hermana Pamela, y todos los amigos de esa época, organizando los clásicos partidos peleados, entre hombres y mujeres, claro él jugaba para ellas, y con todas las ventajas , es decir ellas nos podían pegar patadas, nos tironeaban con la complicidad de él, nosotros los hombres solo jugar como eran las reglas del futbol. También se daba el tiempo y espacio para sacarnos a pasear, en bicicleta, o una subida al Cerro San Cristobal, y nos llevaba a todos, a pie, éramos muchos y él se daba el tiempo para divertirnos, y seguir creciendo.

Nuestra Plaza Fidel siempre fue nuestro lugar de encuentro, con el tiempo los amigos fueron cambiando, estábamos creciendo, y esta (La Plaza) veía como lo hacíamos, y aquí está mirando como generación tras generación pasan y pasan niños, ya pasaron mis hijos, los hijos de mis amigos y probablemente también pasarán nuestros nietos.

Como no recordar las navidades, recuerdo hasta fuegos artificiales  alguna vez,  los  años nuevos, donde todos los vecinos nos esperaban para darnos el clásico abrazo, (tradición que con el tiempo lamentablemente se ha ido perdiendo) , con el infaltable cola de mono, que como sabían que pasaríamos, nuestros vecinos mayores, los papás de los mismos amigos, lo preparaban con más malicia que el habitual, claro la idea era dejarnos un poco mareados, otros agarraban más vuelo y sencillamente se mareaban más de la cuenta, pero todo era un juego, era el espíritu que entrega y sigue dando nuestra plaza, esa de ser buenos vecinos y amigos.
La Plaza Fidel Muñoz Rodriguez, mi plaza, la que me vio crecer, reír, llorar, sigue siendo linda, la misma que cautiva y espera a los niños de hoy, de mañana y de siempre.»
Daniel Aravena Bolivar Plaza Fidel Muñoz Rodriguez 1708, (Mi casa)

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