¡VEN A VER QUIENES FUERON LOS GANADORES Y SUS RESPECTIVOS RELATOS
A CONTINUACIÓN LOS TRES RELATOS GANADORES DE LA FASE: VOTACIÓN DEL PÚBLICO
HA SIDO MUY EMOCIONANTE LA RESPUESTA DEL PÚBLICO A UN EVENTO DE ESTE TIPO Y EN TAN POCO ESPACIO DE TIEMPO. MÁS DE 70 VOTANTES, SIN CONTAR LOS QUE NO PUDIERON HACERLO POR LLEGAR FUERA DE PLAZO. APRENDIMOS UNA LECCIÓN, DEBEMOS MEJORAR NUESTRO MANEJO DE MEDIOS Y MANEJAR MEJOR LOS TIEMPOS. HUBO MUCHA GENTE QUE NO SE ENTERÓ O SE ENTERÓ TARDE DE NUESTRO CONCURSO. PARA LA PRÓXIMA VEZ SERÁ. ESTE ES PARTE DEL APRENDIZAJE.
CAMBIANDO DE ESCUELA
(Heaven’s soul)
Han pasado los años; pero aún se puede escuchar la voz clara de los estudiantes exigiendo la continuidad de su liceo Santa Luisa de Marillac, recinto educacional de renombre, donde niñas y niños recibían una buena educación que cultivaba los valores más nobles del ser humano. Las Hermanas de la Caridad fueron coaccionadas a abandonar la escuela para continuar con su labor en un lugar más idóneo, por lo que padres, maestros y estudiantes fueron informados casi al finalizar el año escolar. Esto causó una gran turbación en todas las personas que formaban parte de aquel establecimiento.
Tanto adultos como adolescentes se organizaron para hacer una protesta pacífica que reflejara el descontento a una decisión tan abrupta. Era octubre, lo que hacía difícil conseguir una escuela para tal cantidad de estudiantes, además de los maestros que se quedarían sin trabajo.
La muchedumbre se presentó afuera del edificio, con carteles y pancartas clamando por una solución. Consignas como “amamos nuestra escuela” o “¿Dónde estudiaremos ahora?’” sólo eran algunos de los mensajes que con ahínco gritaban todos los ahí presentes.
Las personas volvieron varias veces durante aquel mes, con entereza y confiando que aquella afrenta tuviera un buen desenlace; el cual se presentó comenzando noviembre.
Las autoridades pertinentes informaron, que tanto estudiantes como profesores, tenían una vacante disponible en la escuela D-N 16, ubicada por mismo Huasco, a sólo una cuadra.
El alivio inundó las almas de los adultos y llenó de ansiedad a los estudiantes, quienes llenos de preguntas aceptaron las decisiones de los adultos; sin imaginar que aquella escuela se convertiría en parte de su corazón, llenándoles de vivencias y aventuras, que atesorarían por el resto de sus vidas. En los patios y salas de esta nueva escuela, se forjaron vínculos potentes, amistades que lograron traspasar la barrera de los años. Además de cientos de anécdotas que surgirían más adelante en las juntas de reencuentro.
Finalmente, cesaron las manifestaciones y la calma volvió al barrio, los vecinos comentaron los acontecimientos por bastante tiempo.
El liceo despidió por todo lo alto a sus niñas, especialmente a las promociones de cuarto medio de aquel año; confiando en que las futuras generaciones recordarán con orgullo haber pertenecido a una de las comunidades educativas más significativas de aquellos años.
LAS FRUTILLAS DE PAPÁ
(Chechita)
Otra tarde de Domingo. 15.00 horas. Terminé mis quehaceres y parada en la ventana miro la calle. Solitaria, silenciosa, un poco gris, quietecita como si se ocultara de un enemigo que la asecha en cada esquina, en cada árbol, en cada vereda y lo más triste, en cada vecino.
El prolongado encierro ha mermado mi creatividad y pienso en algo para enfrentar este atardecer. Una voz me saca del momento. Es mi esposo que me invita a un cafecito, un cafecito que siempre viene acompañado de galletitas y una rica conversa. Y vienen las palabras, generalmente recuerdos.
De repente, y como si se iluminara mi interior, me veo sentada en una micro recorrido Ovalle Negrete, tipo 16.00 hs, por Independencia y hacia Mapocho, acompañada de mi papá. Y le digo ¿Sabes que me acordé?
Y le cuento …….
Tendría yo unos 22 años, y con mis papás y tres hermanos vivíamos en una casita arrendada en Independencia 1559 casi esquina Inglaterra; ahí estaba también el taller de confección de cortinas que había sido por años la fuente de ingresos familiares.
Era Domingo, media tarde. Como hoy. Mis padres trabajaban de lunes a Domingo y entre telas, tijeras, y el sonido de dos máquinas de coser, escuchaban tangos en una radio de esas de tubos, una RCA Víctor. Y también noticias. Una de esas noticias era el resultado semanal del sorteo de Polla Chilena de Beneficencia. Mi papá, como era costumbre, compraba dos vigésimos todas las semanas y siempre estaba atento al resultado. Estaba habituado a romper los boletos y esperar otra semana para jugar al millonario. Era linda su carita de esperanza cuando empezaban a dar los números premiados.
Revivo con emoción verlo saltar de alegría y con lágrimas en los ojos gritaba ¡¡¡ le achunté vieja¡¡¡ le achunté ¡¡ Nos premió La Diosa Fortuna!! ¡¡Hay que celebrar!!! saltábamos, nos abrazábamos. Fuimos felices.
En su euforia me invita a comprar frutillas para hacer un ponche y celebrar. ¡¡Un ponche!! Que simple, que sencillo. No necesitábamos más. Por el barrio estaba todo cerrado y nos fuimos a Mapocho, en la micro, como te conté. Y celebramos con el más rico ponche que he tomado en mi vida.
No recuerdo el premio, pero fue suficiente para conseguir su gran sueño: La casa propia. La más linda y en su barrio de siempre: Inglaterra entre Independencia y Maruri.
LA PISCINA DE MI BARRIO
(Mona)
A mediados de noviembre, empezaba la temporada de piscina. Todavía estábamos en clases, pero, los fines de semana si podíamos ir, hasta que salíamos de vacaciones a fines de noviembre o principios de diciembre, fecha que esperábamos con ansias, porque desde esa fecha hasta marzo del año siguiente, teníamos piscina todos los días, excepto, cuando nos resfriábamos o nos íbamos a veranear.
El cuento es el siguiente: La piscina era de la Junta de Vecinos (en comodato), y todos, o casi todos los vecinos, pertenecíamos a ella y los papás pagaban una cuota, lo que nos permitía ir todos los días en la mañana, de 10 am a 13 pm, y por supuesto ahí estábamos.
La piscina es, por su tamaño, esencialmente para niños hasta 13 años más o menos; tiene en su parte baja una amplia escalera de cemento, ahí se bañaban los más chicos que iban al “cuidado” de sus hermanos mayores, porque ahí, el único adulto que entraba era don Samuel vecino, jubilado, creo yo, encargado de la piscina y de los, por lo menos, cincuenta niños que íbamos todos los días, cosa impensada en estos tiempos.
Todos, excepto algunos más miedosos, aprendimos a nadar, tirarnos piqueros, bombas, bucear ……en fin; los mejores echaban carreras nadando por debajo del agua, y las niñas nos lucíamos haciendo gimnasia. Los grandes molestaban a los chicos y los hombres a las mujeres. Nos tendíamos a tomar sol en el cemento alrededor de la piscina y arriba de los camarines y baños, extraño, pero están construidos para ese efecto, mitad bajo el nivel del suelo y la otra mitad arriba, por lo que el techo era plano y de cemento y nos servía para ese fin.
Un pitazo nos recordaba que terminaba la jornada y, tooodos al agua y don Samuel a pelear con todos para sacarnos. Al salir de la piscina, los hombres cruzaban al negocio de don Daniel a comprar una hallulla con salsa de ají rojo de un gran frasco de vidrio, eso, según ellos, para el frío, y así cada uno para su casa hasta el otro día.
Nunca hubo un accidente a pesar de que los más chicos tenían cinco años. Entre todos nos cuidábamos y don Samuel, con el que peleábamos harto, nos cuidaba a todos. Eran los mejores veranos que un niño pudiera tener. A veces, ahora adultas y ya abuelas, con mis amigas nos preguntamos si dejaríamos a nuestros hijos o nietos ir hoy a “la piscina” en esas condiciones. Eran otros tiempos.